

El Mediterráneo de Rosselló-Pòrcel
Recientemente se han publicado dos libros sobre Rosselló-Pòrcel
(1913-1933). Uno es el de Alzamora que recrea la relación entre el escritor
mallorquín y Espriu durante aquel crucero que hicieron ambos, más un nutrido
grupo de intelectuales españoles (diluidos en el libro de Alzamora), por el
Mediterráneo en 1933. En el otro libro, magníficamente editado por Documental
Balear y al exquisito cuidado de Antoni Nadal, se recogen artículos de Rosselló
sobre la prensa histórica, “El periodismo en Mallorca (1779-1873)”. A lo
anterior hay que añadir el discurso de mi buen amigo Antoni Serra recordando al escritor mallorquín y las
ediciones de la obra rosselloniana del Institut d´Estudis Baleàrics dirigido
por Antoni Vera. Todas las mencionadas son aportaciones interesantes que
apuntan a terminar con ese silencio que en los últimos años ha envuelto a
nuestro poeta y sobre todo que servirán para colocarlo literariamente donde se
merece; también demuestran la mala suerte que tuvo Rosselló-Pòrcel al morir tan
joven, con una vida por delante, una vida a lo largo de la cual es previsible
que su aportación intelectual, notable cuando murió a los 24 años, habría sido de una envergadura
que no podemos siquiera calcular. Por ejemplo, recuerda Roberto Mosquera, que
Rosselló fue el primero en escribir un texto sustancioso sobre Jorge Guillén,
era amigo de Dámaso Alonso, de Bergamín, llegó a entrevistar a Juan Ramón
Jiménez.
Rosselló fue alumno de Gabriel Alomar, era un tipo jovial con quien
todo el mundo se lo pasaba bien como comprobaron sus compañeros del Ciudad de
Cádiz, el crucero que, con muchos futuros eruditos, entre ellos Julián Marías,
surcó el Mediterráneo en el año 33. Durante aquel periplo recalaron en Túnez
(una de las lecturas preferidas de Rosselló era, precisamente, Turmeda), Malta,
Turquía, Grecia; en Alejandría, donde entonces vivía un poeta llamado Kavafis,
que había trabajado primero como periodista y luego en el Ministerio Egipcio de
Obras Públicas. Kavafis (1891) publicó sus poemas pero sin éxito. El momento
estelar de aquel crucero fue a la llegada del barco a Salónica: una muchedumbre
fue a recibir a los españoles gritándoles en sefardí; eran nada menos que los
descendientes de los judíos españoles expulsados en la Edad Media. Lo que no
sabía Rosselló es que muchos de aquellos que le daban la bienvenida en español
eran compatriotas suyos, o sea de origen mallorquín porque fueron muchos los
judíos mallorquines y descendientes que encontraron en Salónica una nueva
patria (hasta que llegaron los nazis); de hecho fundaron el Santo Cahal Mayor o
sinagoga de los Mallorquines. Éste es un buen año para recordar a Rosselló-Pòrcel
y también para no volver a olvidarlo.
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